miércoles, 19 de octubre de 2005

Satori

Me pregunto que pasaría si un día, sin ninguna advertencia, nada más bajaras con toda tu radiante gloria, mostrándote en racimos de luz, en explosiones de fractales y remolinos de energía pura, irradiando espirales de vida como estrellas alrededor de un sol. Que cayeras en medio de un lago y el agua sería como un manto y una corona cambiantes, a tu alrededor como prismas líquidos. Y si yo estuviera ahí, al borde de un risco, cara a cara con vos, ¿qué sería mi desnudez ante vos? ¿Podría yo resistir la orgiástica visión de tu esplendor? ¿Sería capaz de soportar tu atención sobre mí un brevísimo instante y mantener mis teorías, mis excusas, mis afrentas ante vos? Me pregunto si me darías tu don, si entrarías en mí suave o violentamente y me harías pedazos para darme la oportunidad de renacer. O si yo podría seducirte de algo modo, tener ese tipo de contacto con lo inefable, asirte de alguna manera y hundirme yo en vos, perderme en vos, ¿acaso no es ése tu deseo, que vos y yo seamos uno, que nos fundamos y nos volvamos indistinguibles? Yo sí quiero eso, cómo anhelo contaminarte, eclipsarte de desesperación para que te sintás irremediablemente como yo, cogerte como un animal y derramar toda mi oscuridad dentro de vos. ¿Llegaría mi oscuridad a devorarte como a mí o se difuminaría dentro de tu luz, como yo y todo mi abyecto deseo?

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