Me pregunto que pasaría si un día, sin ninguna advertencia, nada más bajaras con toda tu radiante gloria, mostrándote en racimos de luz, en explosiones de fractales y remolinos de energía pura, irradiando espirales de vida como estrellas alrededor de un sol. Que cayeras en medio de un lago y el agua sería como un manto y una corona cambiantes, a tu alrededor como prismas líquidos. Y si yo estuviera ahí, al borde de un risco, cara a cara con vos, ¿qué sería mi desnudez ante vos? ¿Podría yo resistir la orgiástica visión de tu esplendor? ¿Sería capaz de soportar tu atención sobre mí un brevísimo instante y mantener mis teorías, mis excusas, mis afrentas ante vos? Me pregunto si me darías tu don, si entrarías en mí suave o violentamente y me harías pedazos para darme la oportunidad de renacer. O si yo podría seducirte de algo modo, tener ese tipo de contacto con lo inefable, asirte de alguna manera y hundirme yo en vos, perderme en vos, ¿acaso no es ése tu deseo, que vos y yo seamos uno, que nos fundamos y nos volvamos indistinguibles? Yo sí quiero eso, cómo anhelo contaminarte, eclipsarte de desesperación para que te sintás irremediablemente como yo, cogerte como un animal y derramar toda mi oscuridad dentro de vos. ¿Llegaría mi oscuridad a devorarte como a mí o se difuminaría dentro de tu luz, como yo y todo mi abyecto deseo?
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