¿Qué es tu vara,
altanera,
qué es eso,
esa belleza
tan impropia
de las mortales?
¡Ingrata!
Y lo peor,
lo sabés
y ése es tu estandarte,
junto a la lengua afilada
y al empuje de Atenea.
Amada,
dejate desnudar,
no soporto más esta espera,
este crujir de dientes
que es el verte
y no tocarte,
rasgarte de un beso,
entrar en vos como una lanza
y darte a conocer
lo que está vedado
a los mortales.
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