domingo, 2 de octubre de 2005

Jaque

Nunca he sido un buen perdedor. Mi primer recuerdo al respecto es de cuando aprendí a jugar ajedrez. Mi padre me enseñó cuando yo tenía 6 o 7 años y yo aprendí con emoción y entusiasmo. Sin embargo, al jugar contra mi padre, obviamente él me ganaba y yo escapaba a llorar de cólera a mi cuarto. Volvía al rato, serio; rondaba al viejo unos minutos y lo encaraba:

—¡Quiero la revancha!—

Mi padre me la daba y perdía a propósito. Yo me daba cuenta y entonces me enojaba con él por dejarse. Esto se convirtió en una especie de ritual que parecía divertirlo y a mí me mortificaba genuinamente, hasta el día glorioso en que lo vencí y fue evidente que no se había dejado.

De ahí proviene el germen de mi mala disposición para aceptar las derrotas. Por lo tanto, he evitado la competencia, porque para mí es la victoria o nada; perder es demasiado humillante para mí. Esto ha generado mi preferencia por los riesgos calculados y las movidas a la segura. Sólo desde hace unos años para acá, he aprendido (y me ha costado) a arriesgarme más en la búsqueda de lo que quiero.

Perder siempre me es desagradable, pero en los peores casos saca la peor parte de mí, ese lado que deseara no tener y que mantengo oculto tanto como puedo. Este lado son mis explosiones de furia, cuando siento que todo el aire que me rodea se me concentra en un punto en el plexo solar y hierve, hasta reventar en un rugido, en una onda expansiva que me desarticula y que me ha arrastrado en varias ocasiones a orgías de destrucción. Víctimas: pupitres, trastes, charrales, escobas. En definitiva, no hay nada más difícil que dominar que el propio corazón. Es una lucha que he peleado toda la vida y lo sigo haciendo.

Con Maya me pasaba que jugábamos ajedrez y ella llegó a vencerme en algunas ocasiones. Generalmente le producía mucha gracia el ver que yo nunca lo encajaba bien. Y yo terminaba enojado con ella. Absurdo.

Aquél que anhela el triunfo debe estar preparado para la derrota. Dura lección que hay que aprender en esta vida y que yo sigo tratando de hacerlo.

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