martes, 18 de octubre de 2005

Azul profundo

Veo mi mano. Veo tu cuerpo. Tu cuerpo desnudo sobre las sábanas revueltas, quieto, cobijado por sombras tenues y parece que no estuviera ahí. Extiendo mi mano y es como si ésta quisiera arrancarse de mí y correr por tus curvas. Miro tu cuerpo y pienso qué bueno sería tocarlo. Sigo parado en medio de la habitación y solamente te observo, callada y ausente. No veo tu rostro, pero ante mí, la geografía de tu piel es como una meta, como un propósito dulce. ¡Cómo quisiera jugar con fuego, jugar con tu fuego y quemarme! Cruzar el puente que nos une y nos separa y recibir las lecciones de amar que sólo vos podés dar, yo sería un buen alumno, yo podría derrotar al tiempo, ese espacio entre nosotros. Me enrollaría a tu alrededor y deslizaría mi boca, apenas rozándote y clavaría mi estandarte en la tierra indómita de las comisuras de tus labios y podría entonces y por fin, tener tus latidos sólo para mí.

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