Te voy a decir lo que pasó:
pasó tu alma desplegada de tu cuerpo
que me apartó con las manos.
Eso pasó, desgraciada.
Lo que pasó después
fue tu alma suplicante
abrazando mis rodillas.
Para entonces era mi alma
la que se desplegaba y alejaba de mí.
Ah, tristísimo triunfo...
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