Cruzaría el Sahara, y en medio del desierto acamparía una noche, y con la larga bóveda celeste compartiría un silencio, hasta el amanecer ruinoso.
Viviría largos años en el Quartier Latin, en un cuartucho miserable y me escurriría a los cafés a beber vino y comer ostras mientras escribo cuentos en una libreta de papel periódico.
Me iría a la Antártida (algo me espera allá.) Viviría durante un año la pesadilla de la blancura y el hielo.
Viajaría a Japón, buscaría al más célebre maestro forjador de espadas y me convertiría en su aprendiz duarante largas décadas hasta que un día logre forjar una espada. Y mientras, aprendería karate shotokan, aikido, como ser un buen itamae, caligrafía, cómo cortar correctamente el fugu, la ceremonia del té y el bushido.
Para terminar: Al final de mi vida, desearía luchar a muerte con un contrincante digno y recibir un golpe mortal, y al derrumbarme lanzaría un último golpe fatal y me llevaría a mi contrincante conmigo (¿te interesa, Yuré?)
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