jueves, 15 de septiembre de 2005

El camino del exceso

Durante años y años,
tuve un secreto deseo,
un anhelo que no era nombrado
pero estaba ahí.

La noche que decidí no morir
(todavía)
este deseo encontró su camino
a mi boca y pudo ser formulado.
Fue una súplica, una exigencia
a la noche plutónica
y se la grité a quemarropa,
estando ella y yo solos:

Quiero amar, rugí,
quiero amar como un idólatra,
quiero el amor en el que no hay nada más
y que se parece tanto a la muerte.

(Mi deseo fue concedido)

Mi deseo fue concedido
y amé,
y el amor me quemó los ojos
y sólo podía ver con el corazón.
Conocí la felicidad
y me drogué con ella,
en noches eternas
y breves días.

Pero,
todo lo que tiene un principio tiene un final
y hay cosas que no son para perdurar
y el don se convirtió en una condena
de hiel y espasmo
y cargué con la ruina del amor que deja de ser.

Mi deseo fue concedido,

(quise amarla toda mi vida)

y he vivido para arrepentirme.


No hay comentarios.:

Publicar un comentario