Mishima Yukio se levantó al mediodía. Fue al baño a lavarse los dientes, pero se quedó mirándose en el espejo.
"Hoy me siento viejo. Me siento viejo, cansado e inútil, y apenas he vivido. No me gusta lo que estoy haciendo, quisiera hacer otras cosas que no sean la asfixia y la culpa y tener otras pasiones que no sean la automutilación y la lascivia; ansío estar en otro lugar que no sea aquí. Ya no quiero estar más al borde de la histeria, como en el preludio de la desesperación; no deseo seguir oyendo los mismos reclamos que he oído toda la vida, continuar viendo las mismas caras que dan siempre el mismo amor estéril. Anhelo mudar este pellejo fofo, arrojar todas las máscaras que me abruman con su peso y de las que no he podido prescindir, y renacer. Me he hartado de este lugar y me iré para nunca regresar."
Ese día Mishima Yukio salió por la puerta para convertirse en samurai.
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