martes, 30 de agosto de 2005

Legión

Yo era hermoso y él me amaba.
Fui feliz a su lado
porque yo era a quien más amaba,
yo era luz, yo era un canto a su amor.
Pero un día él cambió y no me amó más
como antes sino como a un siervo
y yo no quise eso y lo aborrecí.
Entonces él alzó su mano contra mí
y rasgó mi cara y cambió mi nombre
y me arrojó de su lado
y yo caí envuelto en llamas,
rasgando el cielo en una bella parábola,
como un astro que se derrumba
(algo hermoso caía ardiendo en un bello fuego)
y caí largamente hasta penetrar el duro polvo
y tinieblas horribles me envolvieron.

Ya no soy hermoso y ya no amo,
soy feroz y me he alzado contra él
como una estaca afilada, como fiera hambrienta,
y su reino será derribado por mi mano
y arderá su gloria como un estandarte caduco;
le he de robar el aliento
y su carne abonará mi jardín
porque mi amor y mi perdón le he negado
como él me los negó a mí.

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