"El Último, conocido como el Anticristo por unos y Fenrir por otros, observa el mundo en llamas. Avanza, con su labor terminada. Antes de arrojarse al fuego, desde un vidrio roto en el suelo, su reflejo lo interroga a gritos:
—Mira esta desolación. El mundo ha sido destrozado por tu mano. ¿Acaso no sientes remordimiento?—
—No me importa. El mundo me llenó de dolor y yo estuve desolado y al mundo no le importó—"
El nigeriano se despierta en su cama de hotel, con la pesadilla chorreando por su piel. Va al lavatorio y bebe sin tener sed. Se mira en el espejo y murmura, como si fuera un conjuro:
—He levantado un muro a mi alrededor y ya nadie puede tocarme.—
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