Sáquenme de mi escondite, llévenme a la plaza pública. Ahí, arránquenme las ropas y expongan mi desnudez y lo que oculta, refuten mis teorías, descubran mis mentiras. Llamen a todos a los que he dañado para que brinden testimonio y elijan entre una libra de carne o una de sangre. Exhiban mis culpas como carteles y echen a volar todos mis arcanos indecibles; júzguenme, se los ruego y por favor condénenme, dénme de comer latigazos y pueden apedrearme, yo los dejo, me vale si no están libres de pecado: porque al cabo, ya tirado en el suelo, mordiendo el polvo y cubierto de tinieblas horribles, con los huesos como cáscaras de huevo y la piel como una larga blasfemia, seré por fin libre.
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