Las expectativasde deshonrarte
de penetrarte,
de amarrarte a las cuatro esquinas
de la cama
y abrirte en canal con mi sexo
son como las mariposas de la noche
que entran anunciando la muerte en una casa,
un libro que se puede comer y es dulce
pero podría ser amargo en las entrañas.
Te he conjurado del morbo,
a ver,
enséñame.
Nadie puede resolver mi falta de fe,
mi iniquidad o mi egoísmo;
vas a tener que ayudarme, sin embargo,
en mi búsqueda de nulidad,
de complacencia,
acércame a los dioses
a través del goce irreflexivo
para que pueda jactarme de mi existencia,
beber su ambrosía
y bailar en su infierno.
Ayúdame,
empújame con tus manos manchadas,
aliméntame de la insolación de tu carne,
de tu piel humeante,
alza mi cáliz y bebe de él, ávidamente,
que te necesito para mi labor.
Enrédame en múltiples tramas,
táñeme,
quiébrame,
tómame.
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