Entonces, ¿qué pasó? ¿No querés morder la manzana? Sabemos muy bien que está envenenada, pero, ¿es que acaso no te querés ir por el agujero de gusano? En fin, vos decidís. Mientras tanto, te voy a vendar los ojos y te amarraré a la esquina de la cama y te lo haré como te gusta: duro y por detrás. Así ambos tendremos la misma fantasía en la que yo te estoy forzando.
Luego, cambiamos. Vos me amarrás, vendado y amordazado, y me cogés. Yo me dejaré y vos te darás gusto arañando, mordiendo y haciendo pequeños cortes con tu navaja. Si no me dejo, me das nalgadas.
Sólo te pido una cosa: Acostémonos peleados a dormir y mañana me levantás temprano y hacemos el amor.
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