jueves, 14 de julio de 2005

Epicuri de grege porcum


Todos queremos ser vistos. Ése que se muestra desnudo ante todos, y el que que se esconde laboriosamente sólo para ser encontrado, ambos comparten la misma motivación, todos lo hacemos, todos tenemos esa vanidad intrínseca a la humanidad, el egocentrismo venenoso que causa muchas o casi todas de nuestras acciones. Pueder hacerse a gritos y ruegos o de manera muy dismulada, con la aparente dejadez del que tira migas, trazando garabatos con un alfabeto conocido únicamente por uno mismo, pero ahí está a la vista de todos, se ha manchado con nuestra diminuta marca la monstruosa marea del universo y no importan las razones con las que queremos engañarnos, tenemos que dejar algo, aunque sean babas pegadas a una ventana o un pringue de semen en una pared secreta, porque al fin y al cabo, alguien lo verá. Yo también. Por eso he derramado el fluido cefálico y la sangre negra del corazón, y es como una herida abierta y supurante a la que uno le coge cariño.

PD:

Vexilla vegis prodeunt inferni

Ella: Estabas ahí, pero tan ausente como un ciego sordomudo. Volvías, sí, para revolcarte conmigo y peor aún, para acusarme de que yo no hacía nada por vos, a pedirme más, a juzgarme y señalarme con el dedo y a hundirme una espada en el pecho. No hay dolor más grande que el que causan manos amadas y no han habido manos que yo amara más que las tuyas y yo sufrí tus afrentas, impotente como un árbol que cae, pero no me extrañó. Todos me han traicionado, todos me han clavado el mismo puñal, ¿por qué vos no habrías de hacerlo? Y fui castigada inmerecidamente, pagué y pago un precio cruel por quererte: arder indefensa en el infierno de tu amor descuidado. Y volvieron mis demonios, indómitos como nunca, en un tropel de carcajadas y coágulos. Y he luchado, como al que se le apaga la vida, he luchado por salvar esto, por salvarte, por salvarme, por salvarnos. He querido creer, me he levantado contra el oráculo funesto, hasta el día de hoy en que se yergue invencible, con todo el peso de lo inevitable y tu artera complicidad.

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