Hace tiempo que no hacía lo que hice hoy. Ha sido algo de lo que me apartado sistemáticamente, con desagrado, con un mal sabor en la boca, algo que regala músculos apretados como garras, la inquietud que no cesa, ese sueño ligero y poco reparador que te tiende sobre hojas víctimas de babas. He luchado con ardor y he ganado, por poco y por ahora, aunque no soy de muerte fácil. Son más los que capitulan que los que fracasan, dijo un nazi hace tiempo, y tenía razón, no por ser nazi sino a pesar de eso; yo he sido uno que ha capitulado ya demasiadas veces. Y hoy me he devuelto, andando un camino que no suelo andar, y te vi, hermano, ¿cuál será tu historia? Andás jalando una bolsa de papas y gelatinas y hablás con una voz inaudible, recorriendo sin cesar las calles gastadas con pies gastados y la piel gastada como tu orgullo. ¿Cuánto hacés por día? ¿A quién das de comer? ¿Será una derrota o una condena? Dame una, ojalá pudiera más. Espero que no me de nada, eso sí.
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