Retazos, sólo retazos: estoy en una fiesta, una fiesta oscura. Conozco a una mujer, con apariencia de prostituta. Salgo con ella, me siento infiel, sentimiento que me ha embargado últimamente, como una premonición. Vamos a coger, paramos un taxi, que no es rojo. El conductor padece de fibrosis quística, tiene una extraña posición, casi acostado sobre un mueble de madera colocado sobre el asiento. Es deforme, sus manos me repugnan. Lo veo como si estuviera en el asiento de la par, pero estoy atrás con mi acompañante. Breves escarceos sexuales. De pronto, hay un cambio. A mi lado está ella, tremendamente hermosa, con esa cara de chiquilla. El carro es otro, el que maneja también. Hablamos de él, quien resulta ser mi contemporáneo, recuerdo que asistimos a la misma escuela, donde nos enseñaron a destruir, a provocar el caos. Él y yo éramos rivales, competíamos para ver quién era el mejor. Resultó ser él, me doy amarga cuenta.
Día de compulsiones: he devorado, como en estas épocas. Y lo otro, lo que siempre sucede y me acomete, no sé por qué no se detiene esta ansia. Una y otra vez, sin descanso o satisfacción. De dónde vendrá, quisiera saber, quisiera tener esa respuesta. Pero ha sucedido, una y otra vez. Como en estas épocas. Estoy a la mitad de la corriente, ella me espera al otro lado. Deseo cruzar, devolverme, dejarme llevar por la correntada. Nada hay más cansado que luchar siempre la misma pelea.
Se conquista el vacío. Ante la amenaza de la nada, se crea, se vence la propia nada y de ella se crea, se hace nacer algo que llena el vacío.
PD:
XXXIII
Agonía.
Siento la ruptura de la línea de los instantes
en el abrupto descenso del porvenir falso.
Ante la incógnita entrada del oscuro pasadizo,
un deseo es la decisión.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario