miércoles, 16 de noviembre de 2005

Tú y mi castillo

Yo estoy maldito,
Dios me ha maldecido.
Atrapado en la noche,
me arrastro en la sombra
cargando mi condena
sin queja ni llanto.
Ahora estoy más vivo,
soy un ladrón,
la muerte me alimenta,
mi existir es la desgracia de otros.

Pero tú te me has entregado,
has aceptado tu destino azaroso,
renunciaste a mucho
pero yo te daré más.
Desnudaré tus ojos a dimensiones salvajes
que apenas veías de reojo,
te enseñaré y aprenderás,
todo por tu amor a mí.
Por tu sacrificio en mi nombre
me brindo a ti,
bébeme despacio
y baila conmigo,
agitemos este aire envilecido,
que nuestros cuerpos inquietos
sacudan el polvo milenario,
que la ruina sucumba
ante tu palidez dichosa
y haya por fin luz
en mi larga noche.

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