martes, 15 de noviembre de 2005

Infierno, XIII

Me quemo.

Muy temprano en mi vida,
supe lo que era el infierno
leyendo el Apocalipsis
como cuento antes de dormir.
Durante el día
dibujaba a la Bestia
y al viejo Dragón
en la parte trasera de mis cuadernos de caligrafía.

Lo conocí casi veinte años después.
Hoy ardo.
Cadenas de hielo,
ollas de aceite,
la carne pinchada
y el extenso tormento.
Mía es la desesperación como la de una vieja loca que vive sola con gatos,
mío el desvarío de ver tu cara en todas las superficies
y que hoy no seás más que cenizas
y la agonía de la árida soledad compartida.

Y lo disfruto,
amarrado a la estaca,
encadenado como Prometeo:
ya el orgasmo no escupe nada,
es sólo el calambre,
una y otra vez
y la verga que se me quiebra.

Me quemo.

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