miércoles, 16 de noviembre de 2005

Metamorfosis

Todo ha quedado atrás,
mi deseo ha sido concedido,
la copa se ha derramado
y yo me precipito a mi ocaso.
Abre tus fauces, tierra maldita,
trágate mi carne y escupe mis huesos.

Abandono la servidumbre
en este estallido de sangre.

Por fin, el fin.

Nunca más seré privado,
porque no seré nada.
Una osamenta no suspira,
la carne que se pudre
no derrama lágrimas.

Me libero del dolor
con un aullido de muerte.

Ahora que vuelo
llameante como meteoro
a estrellarme contra mi destino,
disfruto mi grandeza.

No hay espectáculo más sublime
que cuando algo hermoso se destruye.

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