Estoy plantado con mis dos pies sobre el suelo y cada kilo de mi cuerpo quiere expandirse y poseer el universo. Escojo el licor más amargo, la mujer más cruel y la vida más ardua. No he venido a pasear, vine a escupir, a hundir mi puño en la tierra y cavar un profundo surco como las arrugas en la cara de una anciana bruja, a moler huesos y gritarles en la cara, hasta dejarlos sordos y ya no me quede ni un rastro de voz. Lo que más me incomoda de la pureza es la prisa y mi muerte no será notada: los mejores cazadores no fallecen, desaparecen.
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