martes, 3 de mayo de 2005

La camiseta rota


La vida, esta tragedia insigne de simples marionetas que somos, marionetas con múltiples titireteros. Uno puede pensar que esta vida le pertenece, pero la realidad, si es que existe y si es que hay sólo una, es otra. Uno podrá ser dueño de cualquier cosa, menos de su propia vida. ¿Alguna vez, vos que leés esto, has llegado a darte cuenta, has llegado a ver a alguno de tus amos? Me imagino que sí, son fáciles de ver, lo que uno se niega a aceptar es que la propia existencia esté sometida a ellos. Yo creo que aquél que le encuentra sentido a su existir es porque logra vislumbrar a sus dictadores y el por qué de su esclavitud. La gran mayoría nunca nos damos cuenta o peor, creemos que lo hemos hecho, o lo que es absolutamente peor, nos creemos propietarios de nuestro destino. Y no me vengan con Dios, ya lo dijo un alemán bigotudo, Dios (o dios, más bien,) está muerto. Un día de estos cuento la historieta.

Como siempre (ja, ja, siempre es una palabra vedada a los humanos:)

Réquiem

Apuesto a que se solazaba
contemplando mis desgracias,
entreteniendo su supuesta eternidad.

Me arrojó a este mundo,
desnudo e ignorante.
Me asignó un destino miserable
creyendo que agacharía la cabeza.

Pero yo acabé con él.
Yo soy el asesino de dios,
yo lo maté y me alegro.

Lo encontré en su escondrijo,
vi su rostro, grité su nombre,
lo liquidé mientras gemía
y hundí su gloria en el mar amnésico.
Yo he derribado el cielo y el infierno
las promesas vanas y las mentiras.

Con su muerte
se acabó mi esclavitud,
no seré juzgado
no me rodearán cercos
ni tendré que dar cuentas.

El ocaso de dios fue el alba de mi vida.

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